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LA FOTO DE MI VIDA


Soy fotógrafo, fotógrafo de retratos. No me gano bien la vida haciendo fotografías, pero es lo que me gusta. Bien, el tema es que un día, no me acuerdo cuál, un día sin importancia, me vino una idea a la cabeza. Era una idea innovadora, pero que ya la habían hecho muchos antes que yo. Sacaría fotos de la gente que no tiene casa, gente que vive en condiciones infrahumanas. Ese sería un trabajo fácil, ya que la gente no se puede esconder. Siempre hay alguien en la calle. Estaba nervioso, una extraña sensación recorría mi cuerpo arriba y abajo, arriba y abajo y así constantemente.
El primer día salí solo con la cámara y un cincuenta milímetros. Era todo el material que necesitaba. Al salir a la calle e intentar centrarme en más de lo que veía a simple vista, me di cuenta de que “la crisis” era algo más de lo que salía en televisión. Era más que números verdes y rojos, más que empresas que despiden. Era la vida de un país. Me di cuenta de que, de una forma o de otra, a todos nos afectaba. Tonto de mí por pensar otra cosa antes de salir y ver el mundo como era en realidad, como era y como es. Cada vez que pasaba al lado de un supermercado, foto. En el autobús había gente preocupada, incluso llorando a lágrima viva por su situación económica. Universitarios a los que no les valía su carrera. Llegué a hacer fotos propias de campamentos de refugiados en comedores sociales. En uno de los comedores conocí al que al final sería un gran amigo mío. Juntos nos recorrimos España de norte a sur denunciando las más graves injusticias, ya fuera de si los políticos robaban o no. Un día fuimos a una manifestación de sanidad. No era muy importante, pero yo iba igual. Lo que no sabía es que en esa manifestación haría la fotografía de mi vida. Yo me notaba más nervioso de lo habitual, más tenso, más enfadado. Agarraba la cámara como si fuera la mano de mi madre antes de morir. Sabía que iba a pasar algo gordo. Al cabo de un rato empezaron los insultos, más tensión, más nerviosismo. Cinco minutos después, lo que me temía, la carga. Era el momento perfecto para hacer fotos, pero nada más sacar la cámara de la mochila recibí un porrazo. No tenía cámara y estaba noqueado. Me levanté con ayuda, con ayuda de un policía. Él se giró e hizo una pantalla delante de mi, protegiéndome de todo lo que me rodeaba. Solo recuerdo una cosa más, la foto de mi vida, la de un policía enfrentándose a los suyos y luchando por su dignidad, la contradicción de la lucha por la paz. La mejor fotografía de mi vida la hice sin cámaras ni móviles. La mejor foto de mi vida fue un instante de ruido y mil sentimientos.

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