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El Bosque

Desde pequeño, Jack había oído tantas historias y leyendas sobre el bosque que había cerca de su casa que ya no recordaba ni la mitad. Había oído que en el moraban monstruos y bestias que devoraban a todo aquel que osaba entrar en su morada; que en lo más profundo, existían arboles completamente negros, de lo malvados que eran, y que mantener una conversación con una de sus caras, talladas en el tronco, conducía a la locura mas extrema... Todas aquellas macabras historias que le habían contado desde que era pequeño, contenían una incuestionable norma que el había obedecido a la perfección: “No te acerques a ese bosque”.
A sus quince años, Jack siguió cumpliendo dicha norma, aunque desinteresadamente, pues ocupado en sus estudios y en estar con sus amigos, empezó a olvidar la existencia del bosque. Hasta una tarde de octubre.
Aquella tarde, Jack estaba sentado en su habitación, leyendo un libro que tenía atrasado desde hacía un tiempo, cuando noto algo extraño. Ese “algo”, provenía de la calle. No supo porque sentía aquello, y pensó que seguramente no sería nada. Cuando se quiso dar cuenta estaba abriendo la ventana y asomándose para mirar que debía provocarle esa sensación.
A primera vista, no vio nada extraño. Observó el jardín de su casa, el camino que conducía al pueblo... Y entonces se dio cuenta.
Había una niña, de unos 9 o 10 años en su jardín. La chiquilla había cogido en brazos al gato de Jack, y parecía estar jugando con el. Este maullaba en desaprobación.
-¡Oye! ¡Deja en paz a mi gato, y largate de mi casa! -grito Jack desde la ventana.
La niña se sobresaltó al no saber de donde provenía la voz, y sin soltar al pobre animal, salió corriendo en dirección opuesta al pueblo, como alma que lleva el diablo.
-¡Eh! ¡Eh, no se puede ir por ese camino! ¡Oye! -grito inútilmente Jack.
Jack estaba muy indeciso y nervioso. ¿Que hacer? ¿Quedarse en casa y asumir que una niña desconocida y su gato iban a un bosque del que tantas tétricas historias se contaban? ¿O arriesgarse, e ir tras ellos para advertirles a tiempo?
Sabía que se arrepentiría de ello cuando bajó corriendo las escaleras de su casa, abrió la puerta, y empezó a correr por el camino hacia aquella masa de arboles, que el otoño había vestido de rojo, naranja y amarillo.
Con el corazón en un puño, jadeando, no sabemos si por la carrera o por el terror que tenía, se plantó frente a la especie de entrada. El bosque parecía que no acababa nunca cuando miró hacia los lados. Un cartel, comido por la vegetación seca y oxidado por el paso del tiempo, aun dejaba leer: “Peligro, no pasar”.
Tragó saliva y comenzó a andar hacia delante.
-¿Hola? ¿Chica? -dijo con voz temblorosa mientras andaba bajo las sombras de aquellos majestuosos arboles.
A medida que se adentraba más en el bosque, los arboles mas tapaban la luz solar, y cubrían la tierra con un manto oscuro y tétrico.
Jack comenzó a oír cosas. Susurros que no decían nada coherente. Pisadas a los alrededores. Siguió andando. “Solo es el viento, solo es el viento”-pensó.
Le vinieron a la cabeza todas aquellas historias que le contaron de niño. Negó con la cabeza, para disipar aquellos malos pensamientos.
Tras un rato caminando, Jack se paró en seco. Empezó a ponerse pálido. Un brazo desmembrado y una oreja de gato, en medio de un charco de sangre. Instintivamente, dio la vuelta y empezó a correr. Solo pensaba en salir de aquel lugar y no haber entrado jamas. Detrás suyo se podían oír unas rápidas pisadas.
Entonces Jack tropezó.

Lo que a continuación pasó no lo sabemos.
                                                                                                          Marcos Cubells 4ºESO A

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