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Pirata del asfalto


¿Mi nombre? Se lo llevó el viento de Levante. Por aquí me llaman “el Pirata” los demás ratones y ratas que comparten cloaca conmigo, el resto de seres humanos se limitan a mirarme con desprecio, a insultarme y maldecirme en numerosas lenguas. Nunca en lenguas nuevas, siempre en lenguas que apestan a pasado.
El caprichoso destino me llevó a nacer en una magnífica ciudad, Viena, delicia de músicos y demás artistas; crecí en el seno de una normal familia de clase media. Como hijo menor de la familia me correspondía tan solo aquello que mis hermanos no quisieran, y a mi hermano mayor se le ocurrió no querer ir a estudiar a Italia; así que tuve que ocupar su lugar y viajé a Roma, donde supuestamente pasaría los siguientes cuatro años.
Al llegar a Italia era un joven de tan solo 18 años, pero al abandonarla era ya un adulto de 19. ¿El motivo? A un italiano no le gustaba mi forma de vestir y decidí demostrarle mi disgusto de una manera poco ortodoxa. Ni tan siquiera tuve tiempo de ser expulsado, huí de ahí con lo que llevaba puesto y unas pocas liras, además de un buen nivel de italiano.
La siguiente parada del tren de mi perdición fue Ginebra, irónico nombre para la ciudad donde comenzaron mis problemas de verdad: los del alcohol, y de donde tuve que huir por una redada anti-inmigración. De Suiza tan solo saqué dos cosas en claro: el transporte color del licor y un improvisado francés.
Ya que me hallaba en medio de mi particular gira europea decidí que mi siguiente parada sería París, pero la suerte volvió a darme un revés en forma de borrachera, así fue como acabé en Valencia.
Al bajar del último tren de mi vida ya me pesaban en la espalda 26 años, y tan solo podía comprender una compañera de vida: la botella, ella me mantenía sobrio de mi vida y me permitía seguir en pie hasta que caía.

A día de hoy, ya cuento por 36 los inviernos de mi vida y por 6 las lenguas de mi muerte: incorporé el castellano a mi repertorio, así como el rumano y el polaco, lenguas habladas por el resto de ratas que me rodean. Nosotros somos las imágenes de una España en crisis, almas políglotas que malviven sabiendo que la ignorancia vota su futuro en el congreso y cuyas oportunidades de prosperar acaban en el fondo de una botella.
                                    
                                                                        Nahuel Pinto 1º Bachillerato 

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