Un abrazo y una canción
Berlín,
20 de febrero de 2082
Querida
Blanca:
Tal
vez te impacte recibir esta carta de una desconocida. Tal vez ahora
tengas esa misma expresión de confusión que se te dibujaba en la
cara cuando no sabías qué sabor de helado escoger en la heladería
“Olas”, aunque siempre acababas eligiendo el de dulce de leche.
Yo me pedía el de limón; entonces me dabas una cucharadita del
tuyo, pero yo no te ofrecía ni un poquito. Te enfadabas como un bebé
cuando le quitan el chupete; y con razón, pues solo teníamos siete
años. Y a pesar de todos nuestros enfados (un tanto tontos, he de
reconocer), eras mi mejor amiga.
De
esto quería hablarte precisamente, Blanca.
De
cómo empezó todo: era el año 2004, estábamos en el cumpleaños de
Félix en el parque de bolas y estaba puesta la radio. Todos
estábamos esperando impacientes a que entrara Mickey Mouse por la
puerta a llevarle la tarta de su sexto cumpleaños. Entonces sonó
una canción.
Tú
te levantaste y te fuiste, corriendo como una flecha, a lo que tú
llamabas “el escondite secreto”, y te echaste a llorar. Yo apenas
te conocía, pero fui tras de ti y te abracé tan fuerte, que me
tuviste que pedir que te soltara. Ninguna dijo una sola palabra en
los cuarenta y cinco minutos que pasamos allí.
Un
abrazo y una canción. Fue lo único que hizo falta para que diera
comienzo lo que para mí fue la mejor etapa de mi vida. No tardamos
en descubrir que estábamos hechas la una para la otra. Nos hicimos
inseparables; íbamos juntas a todos lados, nos contábamos
secretos...
Pasaron
los años y llegamos a la ESO. Todo iba genial, nuestra preocupación
más grande, era no pasar del siete en los exámenes de Naturales.
Una
tarde, viniste a mi casa a hacer un trabajo, y Félix nos llamó para
invitarnos a su cumpleaños. Sería el sábado 20 de febrero de 2011
en su casa. La radio estaba puesta, todo iba genial, nos lo estábamos
pasando como nunca. Pero de pronto, sonó esa canción. La canción
que marcó el principio de
nuestra
amistad, y que marcaría también el final. Te fuiste corriendo al
baño, y fui tras de ti. Pero esta vez no podía abrazarte. Habías
echado el pestillo; era demasiado tarde. Saliste a los diez minutos.
Te fuiste tan rápido que no me dio
tiempo
a preguntarte nada. Te esfumaste. Como una brisa de viento tan suave
que apenas se nota. Y así, sin más; sin darme cuenta, esa tarde
había sido la última que vería la luz de tus ojos. ¿Cómo pudo
ocurrir, Blanca? ¿Como ocurrir que la misma canción que inició
nuestra amistad fuera la misma que le pusiera fin? No lo sé. Es
increíble cómo se puede llegar a querer tanto a alguien que incluso
duele. A veces, las personas que llegan a nuestra vida, llegan por
casualidad; pero es la casualidad más bonita de todas.
Quiero
darte gracias, Blanca, por todo lo que pasamos juntas. Nuestros
momentos. Cada uno de ellos son un tesoro para mí, que perdurarán
en mi memoria por siempre.
Y
ahora estoy aquí, escribiéndote esta carta desde una cama de
hospital.
Cuando
yo ya no esté, recuerda que fuiste la última persona en la que
pensé; y nuestros recuerdos, fueron los únicos tesoros
verdaderamente valiosos que tuve.
No
lo olvides nunca. Nunca dije nunca, pero ahora lo digo: NUNCA te
olvidé, SIEMPRE te quise
Adiós,
amiga.
Alicia.
Blanca,
perpleja, se quedó miando al suelo; recordando todos los momentos
vividos y con las lágrimas deslizándose por sus ya arrugadas
mejillas. Cogió su ordenador y empezó a mirar vuelos para Berlín.
Lo
que a continuación pasó no lo sabemos.
Cap comentari